San Antonio y La Mula

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San Antonio es conocido por muchos milagros, entre ellos, el milagro eucarístico de Rimini (Italia) 1227.

Este episodio está citado en la Begninitas, obra considerada una de las fuentes más antiguas de la vida de San Antonio.

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Predicaba San Antonio de Padua en Rímini.

Allí los herejes patarinos que también eran llamados también "pordioseros"

-su nombre"patarinos" proviene del arrabal Pataria, de Milán- habían desfigurado el dogma

de la presencia real, reduciendo la Eucaristía a una simple cena conmemorativa.

Antonio, en su predicación, ilustró la realidad de la presencia de Jesús en la Hostia Santa,

mas los jefes de la herejía no aceptaban las razones del Santo e intentaban rebatir sus argumentos.

Entre ellos, Bonvillo, (nombre del hereje cátaro)

que era el principal.

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Este hereje, después de varios y numerosos argumentos declaró:

“Si tú, Antonio, logras demostrarme con un prodigio que en la Comunión está realmente el Cuerpo de Cristo, entonces yo, después de haber renunciado totalmente a la herejía, me convertiré

inmediatamente a la fe católica.

¿Por qué no hacemos una apuesta? Tendré encerrada por tres días una de mis bestias

y le haré sentir el tormento del hambre.

Luego de tres días, la traeré aquí, delante del público y le enseñaré un alimento preparado.

Tú estarás al frente con aquello que tú consideras el Cuerpo de Cristo. Si la bestia,

despreciando el forraje se apresura a adorar a tu Dios, yo me convertiré a la fe de tu Iglesia”.

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San Antonio, iluminado e inspirado desde lo alto, aceptó el desafío diciendo:

San Antonio aceptó el desafío:

“Confío en mi salvador Jesucristo que, para tu conversión y la de los demás,

me concederá su misericordia por lo que pides”.

La cita fue fijada en la Plaza Grande (la actual plaza Tres Mártires).

Al tercer día, fijado se reunió una gran muchedumbre de curiosos.

A la hora indicada, los protagonistas de la singular apuesta se presentaron en la plaza,

seguidos cada uno por sus simpatizantes.

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San Antonio acudió a la plaza, luego de detenerse a rezar en una capilla cercana. El Santo se presentó teniendo entre las manos la Hostia consagrada, depositada

en una Custodia; y el hereje teniendo entre manos las riendas de la mula hambrienta.

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El Santo de los Milagros, después de haber pedido y obtenido el silencio, se dirigió a la mula con estas palabras: “En virtud y en el nombre de tu Creador, que yo siendo indigno,

lo tengo en mis manos, te digo y te ordeno: avanza con prontitud y rinde honores al Señor con el debido respeto, para que así los malvados y los herejes comprendan

que todas las creaturas deben humillarse delante de su Creador, a quien los sacerdotes tienen en sus manos en el altar”.

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Antes incluso de que el santo finalizara sus palabras la mula, ignorando por completo el alimento a su disposición, se dirigió decididamente hacia San Antonio,

y una vez llegado delante de él y la custodia que tenía en sus manos, dobló sus patas delanteras, se arrodilló y bajando la cabeza,

se acercó arrodillándose delante del sacramento del cuerpo de Cristopermaneció en esta postura hasta que San Antonio le concedió licencia para que se levantara.

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Bonvillo cumplió su promesa y se convirtió de todo corazón a la fe católica

y en uno de los cooperadores más activos del Santo taumaturgo.

Los herejes se retractaron de sus errores, y San Antonio, después de dar la bendición con el Santísimo en medio de una tempestad

de vítores y aplausos, condujo la Hostia procesionalmente y en triunfo a la iglesia,

donde se dieron gracias a Dios por el estupendo portento y conversión

de tantos herejes.

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Bendito seáis, oh poder divino de vuestro paternal Corazón, que aunque todo lo podéis, sin embargo,

no podíais darnos un don más precioso que este Santísimo Sacramento.

Oh Pan celestial, gran Sacramento, os adoro y os alabo en todo momento.

Bendita seáis, oh Sabiduría del Verbo Divino, que todo lo sabéis y lo ordenáis, y sin embargo

no sabíais prepararnos una comida más exquisita, que este Santísimo Sacramento.

Bendito seáis, oh Dios mío, que en vuestra inefable dulzura de amor os habéis transformado en este pan

para dárosnos como el más dulce manjar.

Bendito seáis, oh Dios mío, que habéis encerrado todos vuestros misterios

en esta humilde forma de pan terrenal. ¡Oh Trinidad Santísima!

Amén

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